21 de septiembre de 2020
La pandemia por coronavirus ha demostrado claramente que se necesita con urgencia una mayor cooperación internacional para abordar todas las grandes amenazas a la salud y al bienestar de la humanidad. La principal de ellas es la amenaza de una guerra nuclear. Hoy en día, el riesgo de una detonación de un arma nuclear —ya sea por accidente, error de cálculo o intencionalmente— parece estar aumentando, con el reciente despliegue de nuevos tipos de armas nucleares, el abandono de acuerdos de larga data sobre el control de armas y el peligro muy real de ciberataques sobre la infraestructura nuclear. Atendamos las advertencias que hacen los científicos, los médicos y otros expertos. No debemos caminar dormidos hacia una crisis de proporciones aún mayores que la que hemos vivido este año.
No es difícil prever cómo la retórica beligerante y el mal juicio de los líderes de las naciones con armas nucleares podrían resultar en una calamidad que afectaría a todas las naciones y a todos los pueblos. Como exmandatarios, exministros de Relaciones Exteriores y exministros de Defensa de Albania, Bélgica, Canadá, Croacia, República Checa, Dinamarca, Alemania, Grecia, Hungría, Islandia, Italia, Japón, Letonia, Países Bajos, Noruega, Polonia, Portugal, Eslovaquia, Eslovenia, Corea del Sur, España y Turquía —todos países que afirman estar protegidos con las armas nucleares de un aliado— hacemos un llamado a los líderes actuales para que impulsen el desarme antes de que sea demasiado tarde. Un punto de partida obvio para los líderes de nuestros propios países sería declarar sin reservas que las armas nucleares no tienen ningún propósito legítimo, ya sea militar o estratégico, a la luz de las
catastróficas consecuencias humanas y ambientales de su uso. En otras palabras, nuestros países deben rechazar cualquier papel que se les dé a las armas nucleares en nuestra defensa.
Al afirmar que las armas nucleares nos protegen, estamos promoviendo la creencia peligrosa y equivocada de que las armas nucleares mejoran la seguridad. En lugar de permitir el progreso hacia un mundo libre de armas nucleares, lo estamos impidiendo y estamos perpetuando los peligros nucleares, todo por temor a molestar a nuestros aliados que se aferran a estas armas de destrucción masiva. No obstante, un amigo puede y debe manifestarse cuando otro amigo se involucra en un comportamiento imprudente que pone en peligro su vida y la de los demás.
Sin duda, está en marcha una nueva carrera de armamentista nuclear y se necesita con urgencia una carrera por el desarme. Es hora de ponerle un fin permanente a la era de la dependencia de las armas nucleares. En 2017, 122 países dieron un paso valiente y muy necesario en esa dirección al adoptar el Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares, un tratado mundial histórico que coloca a las armas nucleares en la misma base jurídica que
las armas químicas y biológicas, y establece un marco para eliminarlas de forma verificable e irreversible. Pronto se convertirá en ley internacional vinculante.
Hasta la fecha, nuestros países han optado por no sumarse a la mayoría mundial en el apoyo a este tratado, pero esta es una posición que nuestros líderes deben reconsiderar. No podemos permitirnos el lujo de titubear ante esta amenaza existencial para la humanidad. Debemos mostrar valentía y brío y unirnos al tratado. Como Estados parte, podríamos permanecer en alianzas con Estados con armas nucleares, ya que no hay nada en el tratado en sí ni en nuestros respectivos pactos de defensa que lo impida. No obstante, estaríamos legalmente obligados, a nunca y bajo ninguna circunstancia, ayudar o alentar a nuestros aliados a usar, amenazar con usar o poseer armas nucleares. Dado el amplio apoyo popular en nuestros países al desarme, esta sería una medida indiscutible y muy alabada.
El tratado de prohibición es un refuerzo importante del Tratado de No Proliferación, que cuenta ya con medio siglo de antigüedad y que, aunque ha tenido un éxito notable en frenar la propagación de armas nucleares a más países, no ha logrado establecer un tabú universal contra la posesión de armas nucleares. Las cinco naciones nuclearmente armadas que poseían armas nucleares cuando se negoció el TNP —Estados Unidos, Rusia, Gran Bretaña, Francia y China— parecen verlo como una licencia para retener sus fuerzas nucleares a perpetuidad. En lugar de desarmarse, están invirtiendo fuertemente en actualizar sus arsenales, con planes para retenerlos durante muchas décadas. Esto es, evidentemente, inaceptable.
El tratado de prohibición adoptado en 2017 puede ayudar a poner fin a décadas de parálisis en el desarme. Es un faro de esperanza en tiempos de oscuridad. Les permite a los países suscribirse a la más alta norma multilateral que hay contra las armas nucleares y ejercer presión internacional para actuar. Como lo reconoce su preámbulo, los efectos de las armas nucleares «trascienden las fronteras nacionales, tienen graves repercusiones para la supervivencia humana, el medio ambiente, el desarrollo socioeconómico, la economía mundial, la seguridad alimentaria y la salud de las generaciones actuales y futuras, y tienen un efecto desproporcionado en las mujeres y las niñas, incluso como resultado de la radiación ionizante».
Con cerca de 14.000 armas nucleares ubicadas en docenas de sitios en todo el mundo y en submarinos que patrullan los océanos en todo momento, la capacidad de destrucción sobrepasa nuestra imaginación. Todos los líderes responsables deben actuar ahora para garantizar que nunca más se repitan los horrores de 1945. Tarde o temprano, nuestra suerte se acabará, a menos que actuemos. El Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares sienta las bases para un mundo más seguro, libre de esta amenaza existencial. Debemos acogerlo ahora y trabajar para que otros se unan. No hay cura alguna para una guerra nuclear. Nuestra única opción es prevenirla.
Lloyd Axworthy, exministro de Relaciones Exteriores de Canadá
Ban Ki-moon, exsecretario general de la ONU y exministro de Relaciones Exteriores de Corea del Sur
Jean-Jacques Blais, exministro de Defensa de Canadá
Kjell Magne Bondevik, ex primer ministro y exministro de Relaciones Exteriores de Noruega
Ylli Bufi, ex primer ministro de Albania
Jean Chrétien, ex primer ministro de Canadá
Willy Claes, exsecretario general de la OTAN y exministro de Relaciones Exteriores de Bélgica
Erik Derycke, exministro de Relaciones Exteriores de Bélgica
Joschka Fischer, exministro de Relaciones Exteriores de Alemania
Franco Frattini, exministro de Relaciones Exteriores de Italia
Ingibjörg Sólrún Gísladóttir, exministra de Relaciones Exteriores de Islandia
Bjørn Tore Godal, exministro de Relaciones Exteriores y exministro de Defensa de Noruega
Bill Graham, exministro de Relaciones Exteriores y exministro de Defensa de Canadá
Hatoyama Yukio, ex primer ministro de Japón
Thorbjørn Jagland, ex primer ministro y exministro de Relaciones Exteriores de Noruega
Ljubica Jelušič, exministra de Defensa de Eslovenia
Tālavs Jundzis, exministro de Defensa Exterior de Letonia
Jan Kavan, exministro de Relaciones Exteriores de la República Checa
Alojz Krapež, exministro de Defensa de Eslovenia
Ģirts Valdis Kristovskis, exministro de Relaciones Exteriores y exministro de Defensa de Letonia
Aleksander Kwaśniewski, expresidente de Polonia
Yves Leterme, ex primer ministro y exministro de Relaciones Exteriores de Bélgica
Enrico Letta, ex primer ministro de Italia
Eldbjørg Løwer, exministra de Defensa de Noruega
Mogens Lykketoft, exministro de Relaciones Exteriores de Dinamarca
John Mccallum, exministro de Defensa de Canadá
John Manley, exministro de Relaciones Exteriores de Canadá
Rexhep Meidani, expresidente de Albania
Zdravko Mršić, exministro de Relaciones Exteriores de Croacia
Linda Mūrniece, exministra de Defensa de Letonia
Fatos Nano, ex primer ministro de Albania
Holger K. Nielsen, exministro de Relaciones Exteriores de Dinamarca
Andrzej Olechowski, exministro de Relaciones Exteriores de Polonia
Kjeld Olesen, exministro de Relaciones Exteriores y exministro de Defensa de Dinamarca
Ana Palacio, exministra de Asuntos Exteriores de España
Theodoros Pangalos, exministro de Relaciones Exteriores de Grecia
Jan Pronk, exministro de Defensa (interino) de los Países Bajos
Vesna Pusić, exministra de Relaciones Exteriores de Croacia
Dariusz Rosati, exministro de Relaciones Exteriores de Polonia
Rudolf Scharping, exministro de Defensa de Alemania
Juraj Schenk, exministro de Relaciones Exteriores de Eslovaquia
Nuno Severiano Teixeira, exministro de Defensa de Portugal
Jóhanna Sigurðardóttir, ex primera ministra de Islandia
Össur Skarphéðinsson, exministro de Relaciones Exteriores de Islandia
Javier Solana, exsecretario general de la OTAN y exministro de Asuntos Exteriores de España
Anne-Grete Strøm-Erichsen, ex ministra de Defensa de Noruega
Hanna Suchocka, ex primera ministra de Polonia
Szekeres Imre, exministro de Defensa de Hungría
Tanaka Makiko, exministra de Relaciones Exteriores de Japón
Tanaka Naoki, exministro de defensa de Japón
Danilo Türk, ex presidente de Eslovenia
Hikmet Sami Türk, exministro de Defensa de Turquía
John N. Turner, ex primer ministro de Canadá
Guy Verhofstadt, ex primer ministro de Bélgica
Knut Vollebæk, exministro de Relaciones Exteriores de Noruega
Carlos Westendorp y Cabeza, exministro de Asuntos Exteriores de España