Pues no hay un motivo, por desgracia hay cientos.
En los lugares donde hay conflicto no preguntan si tienen puestas las zapatillas antes de lanzar bombas. Las víctimas de todas las guerras, los ciudadanos de a pie, corren a refugio con lo que tienen puesto.
En muchos casos las bombas dejan a los muertos descalzos sobre el agujereado asfalto.
¿Por qué corro descalzo?
El 2 de octubre un grupo de soñadores partió de Costa Rica para dar la vuelta al mundo pidiendo un mundo sin guerras ni conflictos.
La tercera marcha mundial por la Paz y la No Violencia no es un sueño de pocos, es una realidad de muchas personas de todas las razas y creencias.
Yo no puedo hacer mucho, seguir soñando y creando realidades. Por eso corro descalzo, para llamar la atención y generar más conciencia y así muestro mi apoyo a la Tercera Marcha Por La Paz y la Noviolencia.
Nuestra compañera Sol Bravo ha sido una parte importante de este día pues su energía me acompañó desde el punto de salida hasta el final del recorrido. Nos vimos en cuatro de los seis puntos de la paz por los que pasé. Saber que me esperaba en diferentes partes del recorrido ha sido una gran motivación para mí.
El sábado 26 de octubre, un poco más tarde de las 9:30, partí de la madrileña Plaza de la Prosperidad. Elegí ese punto de salida pues ahí se encuentra un monolito por la defunción de la guerra erigido en 1986. Aquí yace la guerra, pone en una pequeña lápida a los pies del pequeño obelisco. Este monolito se ha convertido en un emblema del movimiento vecinal. En 2013 se remodeló la plaza y el ayuntamiento de Madrid decidió no volver a colocar el monolito, por ello todo el barrio se movilizó exigiendo que se restituyese. En 2018 se colocó, en el mismo lugar, uno nuevo pues del original no quedaba nada.
Con esta idea comienzo la aventura: si el pueblo se moviliza, podemos cambiar las cosas.
El primer punto está muy cerquita, es temprano y no hay mucha gente en la calle. Llego al Mercado de la Paz, allí veo de nuevo a Sol. Durante este tramo pienso en los mercados y reflexiono, si no se negociase con la guerra quizás habría paz, pero la industria belicista da muchos beneficios y la avaricia del ser humando siempre quiera más. Se tendría que prohibir que las empresas vinculas a la industria de las armas coticen en bolsas de mercado de valores, pues cuantos más “valores” se intercambian más valores perdemos.
Continúo hacia la estatua de Mahatma Gandhi, tampoco me pilla lejos. Llegar a sus pies y recordar todo lo que consiguió con sus marchas pacíficas, con su lucha pacífica, me emociona. Para mí, Gandhi y Lennon son dos grandes referencias por la paz.
De ahí voy hacia el Hospital universitario de La Paz, situado al norte de Madrid, es un recorrido más largo y cuesta arriba. Voy cómodo pues las aceras por esa zona son más lisas y mis pies lo agradecen. Durante el recorrido pienso en los hospitales destruidos en las guerras, en los hospitales improvisados de campaña, en que no tendría que haber situaciones tan injustas como un hospital lleno de heridos de guerra.
Los hospitales deberían ser lugares tan sagrados como las iglesias, intocables. Me emociono pensando en la cantidad de sufrimiento que puede haber en una guerra.
Siento como mi cuerpo está pidiendo agua, ya me pasó una vez que me deshidraté corriendo 23 kilómetros. Conozco la teoría, en recorridos largos hay que beber, aunque no se tenga sed y yo ya llevo 10 kilómetros. Me pregunto si las personas que tienen que hacer largas tiradas huyendo de sus ciudades bombardeadas sabes esto, y si tendrán posibilidad de beber agua por sus largos caminos de éxodo.
Otra reflexión me viene a la mente. La industria de la medicina ha perdido el norte, no quieren gente sana, y recuerdo que la salud no es un negocio, lo que genera beneficios es la enfermedad. Quizás deberíamos sacar del mercado de valores también a las empresas farmacéuticas o médicas porque con la salud no se debería especular, ni tener beneficios, el beneficio debería ser para todos los ciudadanos por igual. Mantener la mente sana en un cuerpo sano. Los miedos enferman, los pensamientos negativos… y las guerras.
En la plaza que une a los diferentes edificios que forma el hospital me encuentro de nuevo con Sol. Aquí paro para beber agua y comer una barrita energética vegana. Foto, vídeo y a continuar hacia la calle de la Paz.
Van pasando los minutos y los kilómetros. Las calles de Madrid se van llenando de gente. Bajo toda la calle Bravo Murillo; la zona cerca del Mercado Maravillas está muy concurrida y he de ir con cuidado de no empujar a nadie. Siempre que puedo voy sobre la calzada, la rugosidad del asfalto es un poco más dura que ciertas partes de la acera. En las aceras hay unas baldosas con puntitos para que los invidentes puedan tener noción de donde hay un paso de cebra, que cuando vas descalzo y llevas ya 14 kilómetros, los sientes mucho, la sensibilidad de los pies, y del corazón, está a flor de piel.
Bajo por San Bernardo, Gran Vía, cruzo la Puerta del Sol, veo a turistas haciéndose fotos, grupos haciendo rutas turísticas, gente esperando la cola para hacerse la foto en el kilómetro 0… giro a la derecha, subo por la calle del Correo, ya menos concurrida, llego al antiguo Teatro Albéniz y veo la paloma de la Paz en un azulejo precioso: Calle de la Paz. Aquí no paro. Pienso que esta calle debería estar en un lugar más de tránsito para que todo el mundo recuerde que somos seres pacíficos, que queremos vivir en paz. Queremos un mundo en paz.
Sigo hacia la Campana de la paz en el jardín de la Iglesia de San Andrés, en pleno Madrid de los Austrias. Se me hace muy corto el recorrido. Cierto es que está lleno de gente, no puedo correr rápido. No me importa, llego a la meta y me acerco a acariciar la campana de la Paz, regalo del gobierno de Italia a España tras los atentados del 11 de marzo de 2004. Por cierto, hace siglos en Europa los límites de los pueblos se delimitaban hasta donde se oía la campana de la iglesia, donde se dejaba de oír, ahí se marcaban los límites del pueblo. Los sonidos de las campanadas crearon las lindes, las fronteras.
Estaba disfrutando de la llegada, la campana y mis emociones y llegó Sol. Nos abrazamos y sentimos la plenitud del momento. No ha cambiado el mundo, he cambiado yo. Eso no me hace mejor persona, pero sí más consciente por eso ahora puedo decir con las dos manos sobre el pecho, justo a la altura del corazón: Sí a la paz. No queremos vivir en conflicto, bajo el miedo de las guerras. Ni las guerras ni la salud son negocios. Que se acabe la especulación. Que las organizaciones que trabajan por la paz dejen de trabajar en mantener las guerras y exijan se cumplan las resoluciones aprobadas hace décadas. Que expulsen de sus organizaciones a los países que mientan o manipulen. Ya está bien de normalizar la falta de ética o de valores… de valores intrínsecos al ser humano. Somos gente de bien y venimos en son de paz. Vivimos al son de la paz y la noviolencia.
Gracias, Sol, Carlos, Jesús, Luis, Cristina, Mila y a todas las personas que han mandado palabras de ánimo y sus mejores energías.
Seguimos en la Marcha por la paz.
Seguid la marcha mundial en el siguiente enlace: https://theworldmarch.org/
Soy José María Escudero Ramos, corredor espiritual.