Cuaderno de bitácora, 1-2 de noviembre

En Barcelona, en el puerto Oneocean Pot Vell, el Bamboo con su bandera de paz muestra Queremos puertos llenos de barcos que acogen y no de barcos que excluyen.

1 – 2 de noviembre – El viaje de Marsella a Barcelona comienza con poco viento. Procedemos con la navegación a vela y a motor. Un ojo a los pronósticos que anuncian libeccio, o viento del sur-oeste en ascenso.

Ni que decir tenemos viento en la cara. Tratemos de anticiparnos para que no nos pille en medio del Golfo de León.

En la noche el viento aumenta, tormentas y ráfagas de viento. Por la mañana comienza el verdadero régimen de libeccio y nos dirigimos en ceñida a  Barcelona.

El ceñida, entre otros efectos secundarios, también tiene el que hace que te sientas aturtido.

Después de un rato te sientes como un calcetín en la lavadora, peor: como un calcetín pegado a la barandilla.

Cuando vemos el perfil de la Vela, el gran edificio que domina el puerto de Barcelona, todos somos, algunos más o menos, un poco ‘smoothies’.

Encontramos un lugar en el Oneocean Port Vell

Cansados. Encontramos un lugar en el Oneocean Port Vell, un puerto deportivo que tiene algo que ver con nosotros. Hacemos slalom entre mega yates tan grandes como naves espaciales.

El Bamboo con su bandera de paz mecida por el viento no parece digno su mirada.

Cuánta vida tendría que contar este barco, cuántas historias de gente, cuántas historias de caídas y ascensos, cuántas millas, cuántas risas, cuántos llantos, cuánto, como se dice en el auge de la vela mayor, “tremendo deseo por el mar”.

Es mucho más que un eslogan, es un grito de batalla. La historia de este barco comenzó en 1982 cuando dejó el astillero Baltic en Finlandia.

Cambia dos veces de manos y cuando llega a la Fundación Éxodus de don Antonio Mazzi tiene una gira mundial y diez años de carrera a sus espaldas.

Se dice que cuando llegò la llamada telefónica del generoso armador que quería entregar el barco, nadie entendió de qué se trataba.

Don Antonio es un sacerdote que sabe muchas cosas

Don Antonio es un sacerdote que sabe muchas cosas: cómo sacar a la gente de los problemas, cómo construir una red de comunidades para las personas que por una u otra razón han acabado marginadas.

Sabe cómo formar educadores y mil cosas más, en definitiva es un sacerdote de batalla en una “misión para Dios”, pero sabía poco o nada de barcos, al menos al principio.

Afortunadamente había una comunidad en la isla de Elba y el barco estaba destinado a ese fin.

Así comenzó la tercera vida de Bamboo que se convirtió, probablemente el único caso en el mundo, en la sede de una comunidad.

Aquí, los jovenes que se enfrentan al viaje para volver a la senda (y alguien, hay que decirlo, ha tenido un patinazo) tienen muchas herramientas, incluida la de la vela.

En el Bamboo tienes que aprender a respetarte a ti mismo y a los demás para poder avanzar

El barco es un mundo pequeño en el que hay que respetar unas cuantas reglas, pero obligatorias (de ello depende tu vida).

En el tienes que aprender a respetarte a ti mismo y a los demás para poder avanzar, en el, el mar te enseña a tener temor y coraje. Donde literalmente puedes dejar tu pasado atras y tratar de ser una persona nueva.

Ahora no pienses que todo es una aventura fascinante mojado por las olas y el pelo al viento.

Ha habido caravanas, viajes educativos por mar de niños y niñas de la comunidad, tan exitosos que se han ganado el título de “Caravana del Apocalipsis”.

Sin embargo, en este barco muchas personas han encontrado su equilibrio entre un giro y una trasluchada, un fuerte viento en popa y una gran calma.

Algunas y algunos se convirtieron en tripulantes y ahora continúan en otros barcos la labor de navegación solidaria que ha aprendido sobre el Bamboo.

Está claro que no casamos con este puerto para ricos

Con una historia como esta, está claro que no casamos con este puerto para ricos. Pero fuera sopla 30-40 nudos y las olas suben y suben… no tenemos muchas opciones.

Una vez en el amarre, para marcar diferencias con estos mega yates, además de las banderas de la paz y las banderas del Mediterráneo Mar de Paz, también ponemos calcetines, ropa interior, sacos de dormir y camisetas.

Para eliminar cualquier duda y diferenciarnos aún mas también ponemos los paños de cocina.

A la mañana siguiente empezamos a vagar como marcianos en busca de duchas (después de todos estos días en el mar empezamos a “apestar”), tras un
tiempo, entendemos que están lejos, a casi 800 metros del muelle donde estamos amarrados.

¿Por qué poner el jacuzzi en el barco?

Luego la iluminación: casi es nula. Por otra parte, ¿por qué usar duchas comunes cuando tienes un jacuzzi en tu barco?

Aunque la verdadera pregunta sería: ¿por qué poner el jacuzzi en el barco?

Habría mucho que decir sobre cómo y por qué el mar se ha convertido en un lugar de lujo.

Erase una vez, los trabajadores, los pobres, los convictos y los aventureros salieron al mar. Hoy existe todo un sistema que quiere hacer del mar un lugar para los ricos.

¿Por qué es así? Tenemos nuestra propia respuesta: porque el mar es belleza. Y a algunos les gustaría que esta belleza fuera un privilegio para unos pocos.

Nosotros, con nuestros calcetines en medio de los mega yates, queremos reclamar otra forma de salir al mar: un mar de solidaridad donde la belleza esté para todos.

Queremos puertos llenos de barcos que acogen y no de barcos que excluyen.

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